Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo, una pareja muy amorosa descubrió que pronto tendrían un bebé. Vivían al lado de un jardín encantado que pertenecía a una bruja malvada. La esposa, embarazada y con antojos, deseaba desesperadamente comer rapónchigo, una planta que solo crecía en el jardín de la bruja. Desesperado por satisfacer a su esposa, el marido saltó la muralla del jardín para robar algo de rapónchigo.
La bruja lo atrapó y, enfurecida, le hizo un trato: podía llevarse todo el rapónchigo que quisiera, pero a cambio, tendrían que darle a su primera hija. Aterrorizado, el marido aceptó el trato.
Cuando nació la bebé, la bruja llegó para reclamarla y la nombró Rapunzel. La niña creció y se convirtió en una mujer de belleza incomparable, con cabellos dorados que llegaban hasta el suelo. Cuando Rapunzel alcanzó la edad de doce años, la bruja la encerró en una torre alta en medio del bosque, sin puertas ni escaleras, solo una pequeña ventana en la parte superior.
Para visitar a Rapunzel, la bruja se paraba debajo de la torre y gritaba: “¡Rapunzel, Rapunzel! ¡Deja caer tu cabello!” Rapunzel arrojaba su trenza dorada por la ventana y la bruja trepaba por ella.
Un día, un príncipe pasaba por el bosque y escuchó a Rapunzel cantar desde su torre. Quedó cautivado por su voz y comenzó a buscar una forma de encontrarla. Observó cómo la bruja subía a la torre y decidió hacer lo mismo: llamó a Rapunzel y trepó por su cabello.
Se encontraron, se enamoraron y comenzaron a planear cómo Rapunzel podría escapar. El príncipe le traería hilo en cada visita para que Rapunzel tejiera una escalera y pudiera descender de la torre.
Sin embargo, la bruja descubrió su plan. En un acceso de ira, cortó el largo cabello de Rapunzel y la llevó a un lugar lejano y desolado. Cuando el príncipe llegó, la bruja lo engañó haciéndole subir por el cabello cortado. Una vez en la cima, la bruja lo empujó, y aunque sobrevivió a la caída, quedó ciego debido a las espinas en las que aterrizó.
Durante años, el príncipe vagó sin rumbo, buscando a su amada Rapunzel. Finalmente, la encontró en el desierto donde la bruja la había abandonado. Reconoció su voz y se acercó. Al verse, Rapunzel lloró de alegría y sus lágrimas, al caer en los ojos del príncipe, restauraron su vista.
Con la visión restaurada, el príncipe llevó a Rapunzel de regreso a su reino, donde fueron recibidos con gran alegría. Se casaron, tuvieron hijos y, por supuesto, vivieron felices para siempre.
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